El deseo de acabar aquella canción, de encontrar un trabajo, de llegar a tiempo a su diminuta jornada como profesor, de que la cena estuviera en su punto, de que los colores conbinaran en su esplendor; el deseo de todas aquellas cosas aparentemente inofensivas lo estaban matando, como muertos estaban los momentos que , como ofrendas caducas, dejaba pasar frente a él sin pararse a saborearlos.
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