jueves, 18 de marzo de 2010

El músico almuerza a las tres.

El viejo músico recogió la calderilla del sombrero. La mañana no había ido mal. A pesar de las prisas de la vida la gente aun dedicaba saludos y sonrisas al dejar caer las monedas con el dulce tintineo del agradecimiento. El sonido de los cierres marcó la hora del almuerzo. Siguió al azar las curvas de la primera mujer que atenzó su vientre hasta alcanzar las tabernas junto al rio. El sol brillaba creando fugaces resplandores que centelleaban furtivamente y un aroma de guisos caseros despertó definitivamente su alma a eso de las tres.