miércoles, 17 de marzo de 2010

Placer

El reloj, detenido a las tres menos diez era el único testigo en la madrugada. La música brotaba del equeño transistor meciendo el acompasado vaivén de los cuerpos de los amantes en la habitación contigua. El jazz se perdia entre los cuerpos, piel adentro, propiciando escenarios bajo los parpados cerrados; unicos testigos de los susurros y gemidos con los que el placer del universo entero resonaba en aquel preciso instante.