lunes, 17 de noviembre de 2008

Una Habitación sin esquinas.

Capitulo 1. El regreso.

La mayoría de las historias tienen su comienzo donde tiene que ser: El principio.
Esta historia sin embargo comienza casi al final: En el regreso.
En aquel humilde autobús de linea que recorría frondosos barrancos y llanuras desiertas .

Los rostros eran muy diferentes de los que dejo atrás en la ciudad. El sol que entraba por la izquierda vino a posarse en la mano del chófer tras la última curva.. Aquellas manchas en la piel se la hacían tan familiares...eran manchas que habían sufrido sus abuelos, sus padres y vecinos...solo las monjas, siempre con sus guantes a pesar del calor .
Se asusto mucho el día que vio las manos desnudas de Sor Cipriana. Eran blancas , tan blancas que se la antojaron casi muertas.

La gente del campo en cambio, tenia manos con grandes dedos hinchados por el sol y el azadón. Manos entre las que cabía una niña pequeña y se la hacía volar para caer sobre la paja en las tardes de verano. El sol entre las cortina seguía iluminando al azar a los pasajeros en cada curva. Cada uno de ellos llevaba algo de otra persona que había conocido; que recordaba muy bien haber visto pasar o salir de la vieja tienda en la plaza en aquel pueblo que la vio crecer.

Hora y media después la despertó la señora que viajaba detrás de ella.
Doña Casilda viendo que no se movía y que solo quedaban ellas dos en el autobús, llevaba ya un buen rato dándole golpecitos en el hombro, pero la señorita parecía muy a gusto allá donde la hubiere “llevado la barca”; como Doña Casilda llamaba a esto de irse tan adentro en los sueños. Un buen meneo fue lo que despertó a Beatriz veinte minutos después de las cinco.

Doña Casilda!!! El grito escapó por las puerta abiertas del provincial, entró en la cafetería y hasta tuvo gancho para derramar el azúcar que Don. Ilário el de los ultramarinos estaba vertiendo en el carajillo de las cinco. Por dios!!, exclamo.
Risas y alborozo y algún que otro : ¡pero hija! inundaron las estación del Provincial por lo menos otros veinte minutos cuando el chófer les pidió educadamente que bajaran ya del autobús.



Capitulo 2. Las fotos de Beatriz.

Beatriz volvió al pueblo después de haber pasado mas de treinta años en Barcelona.
Cuando marchó no llevaba mas que una maleta y una cartera con las fotos que aquel verano se había hecho junto a las demás en el rió. Aquel papel medio anaranjado por el paso del tiempo volvía con ella a encontrarse un poco en los recuerdos.

Doña Casilda la acompaño hasta la puerta de la casa de sus padres y la dejó con un poco de prisa aunque prometió contar a las vecinas que había vuelto Beatriz la Hija de Armando y Carlotta. Antes de que pudiera ponerse a ordenar un poco llamaron a la puerta. Llamaron a la puerta, y el sonido era el de cuando la venían a buscar para jugar al tejo mientras aún había luz en la calle. Madre decía no y Padre sonreía le daba 5 pesetas y le hacia prometer que esta vez esta volvería al principio del atardecer y no al final como la última vez que lo prometió.

Así que al abrir la puerta no vio a aquella menuda mujer. No la vio vieja ni cansada
ni siquiera le vio un poquito la tristeza que desde hacía años la rebosaba el alma, solo veía a María Eugenia y ya estaba a punto de decirla que la habían dado 5 pesetas cuando se dio cuenta de que habían pasado uno tras otro aquellos 34 años.

Las dos se abrazaron y estuvieron entre risa y llanto un buen rato. Parecía cansada
así que Beatriz la pidió que se sentara mientras preparaba café. Un café que se lleno de conversación de tiempos pasados hasta que se hizo de noche... María Eugenia se sobresalto al ver la hora que era. De repente era otra vez la mujer agobiada que llamo a la puerta. Se despidió a todo correr tan solo diciendo que se tenia que ir, que había hecho una tontería.

Beatriz volvía a tener catorce años y María Eugenia tenía otra vez miedo de volver a casa porque se le había hecho tarde. Un día que sus padres discutían María Eugenia se metió por medio a defender a su madre y las dos acabaron con bofetadas. Desde entonces el padre no le dejaba pasar ni una. Beatriz se dio cuenta porque desde entonces ya no iba al río con las demás.
Fue un día al ir a buscarla a casa que la encontró en el patio con la cara hinchada.
La hizo prometer que no diría nada; se lo pidió por favor una y otra vez.. De aquello sin embargo casi ni se acordaba hasta que volvió a verlo en sus ojos.

Cerró la puerta tras de ella. Aquella noche Beatriz quedó mirando al techo. Recordaba a Doña Casilda diciéndole que había cosas que seguían igual y otras que habían ido a peor. La poca luz de la fachada que entraba reflejada por la ventana creaba lineas y sombras en la habitación. Entre ellas fue dibujando historias hasta quedar dormida




Capitulo 3.Regar las plantas.

Cuando decimos regar las plantas no hablamos de echar agua en una maceta. Hablamos de comprender la cantidad de agua necesaria y como ha de ser administrada. El agua es el cauce de los sentimientos. Hay fotografiás que muestran dibujos microscópicos en una gota agua dependiendo de lo que haya escrito en la botella.

Una planta se quema, amarilleando y muriendo sus hojas, igualmente por exceso que por defecto de agua. Cuando ha estado largo tiempo sin agua conviene regar de nuevo poco a poco. La voz del locutor se perdía por los pasillos de la casa. Eran las nueve de la mañana. El gallo había cantado hacía tres horas. Un documental y un café parecían ser los únicos madrugadores, cuando llamaron de nuevo a la puerta.

Al abrir un griterío de besos y manos entró en la casa. Los nombres se gritaban y los abrazos estrujaban aquella piña de mujeres en la puerta del patio de la casa. Habia pasado mucho tiempo. Con las mas cercana había mantenido correspondencia pero con alguna de ellas no habia hablado en los últimos 30 años. Allí estaban como una vez estuvieran en aquellas tardes todas reunidas. Beatriz se dio cuenta de que como en aquel entonces faltaba su mejor compañera.

Hablaron de viajes ,de ciudades, de hombres de todo aquello que habían imaginado en su intimidad aquellas tardes junto al río. En realidad era Beatriz la que hablaba. Las demás escuchaban como cuando leían cuentos y relatos. Se las quedo mirando sin atreverse a preguntar. Ellas también parecían cansadas; no de ayer ni del último mes. Les costaba recordar que una vez pudieran haber soñado de aquella manera con aquella facilidad.

Durante los dos últimos tercios de su vida habían ido renunciando a sus cosas. De jóvenes había clases de música y una biblioteca que traía viejas suscripciones de las revistas mas modernas de la capital. La parroquia les hacia las veces de intermediario para que el cine club tuviera un clásico de lujo cada dos meses y ellas iban pasando el cepillo por las tiendas en honor al séptimo arte. Ahora no quedaban ni sus libros, ni películas, arte en general..

Solo Doña Casilda que le pedía a su sobrino en la capital que le mandará los DVD de liquidación en grandes almacenes, seguía un poco en activo a pesar de su edad. A ella siempre le pirro esto del cine y los clásicos estaban por los suelos.
Conciliaba las noches de insomnio tan características a sus años frente a Katherine Hepburn y Humprey Bogart. En la Higuera tal y como en Gilda no había sitio para la insolencia de una mujer como Rita Hayworth



Capitulo 4. La fiebre y la rabia.

Las chicas no tenían según ellas, mucho que contar. Trabajaban con sus maridos y cuando estos terminaban el jornal a ellas les tocaba los niños y la casa. Al final preguntó. Preguntó por María Eugenia.
Cuando el silencio se fue estirando hasta hacerse insoportable. Celeste comenzó por fin a hablar; a contar como se había casado con Amancio porque su padre así lo había querido.

Luego le contó que como ya estaba acostumbrada a que su padre la tratara tan mal, trabajó como una mula en los campos y en la casa hasta caer enferma. Amancio que se las tuvo que componer solo, volvía al bar malhumorado y lamentándose de haberse casado con aquella mujer que se pasaba el día sin hacer nada. Como María Eugenia hacia el trabajo mas laborioso ahora el se veía obligado a trabajar el triple para mantener la cosecha y se desahogaba haciendo creer a todo el mundo que aquella enfermedad no era mas que un mero producto de su invención.

Un día despertó con un hambre terrible. Fue el primer síntoma de su recuperación.
El día que por fin salió de casa, fue donde de Doña Casilda a por huevos frescos. Se paso media mañana contándole a la buena señora como había vivido aquellas fiebres tan terribles; levantándose para limpiar y cocinar y, sin apenas fuerzas para nada mas, volver a la cama.

Doña Casilda había escuchado a su marido por la calle con la cantinela de que la mujer no quería trabajar y que no la extrañaba que su padre la tuviera que estar dando de sopapos cada dos por tres. Los más brutos le respondían que si al padre la había ido tan bien, tendría que aplicarse el cuento. La regalo los huevos y unos calabacines que tenia estupendos y la vio marchar de vuelta a casa.

Así se enteraron todas. Después nadie quería hablar de ello. Se empieza hablando y se acaba tomando partido y en La Higuera se sabia de todo y se hacía mas bien nada. Solo las mas cercanas compartían aquel silencio que rodeaba a María Eugenia en ciertos momentos. Los días pasaban entre el campo y la casa y cada vez se la fue viendo menos.

A Celeste le temblaba la voz. Tenia los ojos llenos de culpa. Así se sentía. Culpa de no saber ayudar, de no plantar cara, de no hablar las cosas importantes cuando hace falta. Le fueron saliendo las lagrimas. Beatriz reaccionó abrazándola. Después de casi una noche sin dormir ya se había imaginado de todo ella sola. Aún estaba muy unida a María Eugenia. Veía por sus ojos y podía sentir lo que había en el fondo de su corazón.




Capitulo 5: Una habitación sin esquinas.

Por fin estamos a la hora exacta en el lugar donde todo comenzó. La vieja casa de los padres de Beatriz tenia una suerte de torreón o antiguo molino que había sido anexionado no se sabe cuando. Allí quedaba ahora una biblioteca de los tiempos de la II República llena de revistas literarias, tratados sociales sobre las uniones del mismo sexo, panfletos de teatro, librillos de ilustraciones, catálogos de muebles de diseño modernista... todo se confundía con la formalidad que algún que otra enciclopedia de botánica y zoología le podía dar.

Allí las llevo a todas y las sentó como se sentaban en circulo para ver teatro. Durante la hora siguiente se pudo pasar de hablar tímidamente de ello a alcanzar la determinación de ayudar como fuera a María Eugenia. Fue aquí, en esta habitación sin esquinas donde estas apenas 10 mujeres decidieron levantar una losa que llevaba hundiendo a su amiga desde hacia 30 años.

Se decidió en primer lugar hablar con el Alcalde para que la autoridad comenzara a inmiscuirse en aquellas propinas que repartía el Amancio. El alcalde prefirió levantar la polvareda en casa de aquel animal que en su propio despacho, viendo el rictus de determinación que acompañaba aquellas señoras. Al día siguiente el alguacil llamo a su puerta y le dejo cita para la alcaldía. Cuando regresó a casa estaba encendido.

El alcalde viendo que el Amancio se le había puesto chulo, primero intento hacerle entrar en razón pero la cosa fue a peor hasta el punto de que decidió darle advertencia de que habría calabozo y denuncia aunque tuviera que llamar al cuartelillo de La Olla. Después de esto la conversación que se desbordaba a grito pelado por la casa tuvo que ser atajada por el alguacil que mediante un mamporro y unos cuantos tirones lo dejo de vuelta en casa.

Los vecinos se asomaban incrédulos y cada mirada iba golpeando un poco más a Amancio. María Eugenia que no sabía nada estaba en la parte de atrás dando de comer a las gallinas. El hombre en la cocina se echo un vino para templarse un poco. Después otro y ya sentado en la mesa se acabo lo que quedaba de la media botella.
Aquella noche estuvo distante. La mujer se comportaba como si nada pare hasta entonces nadie le había plantado cara.

Beatriz colgó el teléfono. Acababa de avisar que se demoraría al menos dos semanas mas. Durante los últimos días el sol haba traído una temprana primavera a La Higuera. Aprovechaba para ayudar con las demás a su amiga y luego iban al rió, dejando el almuerzo a sus maridos, antes de volver con los niños a la casa. Los maridos estaban encantados. Almorzaban y quedaban a la fresca y el silencio de sus casas así que empezaron una ronda de envite en aquellas sobremesas.

La plantas después de un tiempo sin agua fueron regadas de nuevo poco a poco.



Capitulo 6: María Eugenia tiene alas.

-Ya se lo que haremos, dijo Juana. Haremos una fiesta de disfraces. Pero daremos un premio al mejor. Y podremos participar también nosotras... Ante esto último discreparon casi todas pero no había manera de pararla. Llevaba tanto tiempo deseando hacerse un disfraz que la fiesta de cumpleaños de Echedey era la excusa perfecta. Viéndola tan infantil, se echaron a reír y accedieron.

Curiosamente la creciente división entre los sexos en La Higuera había traído un gran bienestar al pueblo. Compartían las labores y se segregaban para el ocio. Les daba tiempo hasta para echarse de menos. Los treinta años de losa se estaban levantando poco a poco. La desconfianza se hizo patente hacia Amancio y sus compañías.
Esta nueva armonía ponía de manifiesto el carácter agrio que mantenían respecto a las mujeres y de pasar casi inadvertidos quedaron nadando contracorriente.

Las amenazas del Alcalde, tal y como el las veía eran unas pesadas cadenas que le alimentaban a la vez que reprimían su ira. Una ira y un desprecio que compartía con sus amigotes en un intento por mantener aquella pose superior. Pero también las compañías se fueron haciendo menos y solo quedaron cuatro, todos ellos cortados por el mismo patrón. Así que la cadena comenzó a tirar al fondo a Amancio

Cuando Elena abrió la puerta no podía creer lo que estaba viendo. Estaba radiante, como un ángel de verdad. Tenia purpurina plateada sobre las mejillas y una gran estrella en la frente. Dió un grito y abrazo de felicidad a Maria Eugenia.
dentro los niños hicieron un gran Ohhhh. Además Maria Eugenia que seguía siendo bastante callada en comparación con las demás daba con aque silencio un mayor aura a su personaje.

Juana se puso un poco mustia porque su disfraz de girasol no quedaba tan elegante y se dio cuenta de quien iba a llevarse el premio. Echedey pregunto si también podía pedir el deseo a la señora con alas y, tras hacerlo, pidió que le diera en la cabeza con la varita de ángel.

Maria Eugenia estaba tan emocionada que casi se le escapa una lagrima antes de darle el toque angelical. Así quedo la foto premiada del primer certamen de disfraces/cumpleaños de Echedey.

Cuando todas marcharon solo quedaron Maria Eugenia y Beatriz. El ángel y la reina de corazones. recogieron los platos de tarta, los vasos y las tazas y lo llevaron a la cocina. volvieron a la habitación del teatro que era como llamaban al torreón y se acabaron los dos últimos vasitos de vino dulce que quedaba.




Capitulo 7. Cuando el río se desborda.

Aquella noche Maria Eugenia volvió a casa feliz y despreocupada. Ajena a lo que tras la puerta la esperaba, giro la llave y entró en la oscuridad de la casa. Allí la esperaba Amancio ebrio y rencoroso de que su mujer volviera tras él. Aquella noche se habia peleado con uno de los poco que quedaban en la cuadrilla de maulas que frecuentaba.

Al pasar por delante de la casa de Beatriz se podía ver a las mujeres y los niños reír y saltar. Aquel sonido les exacerbaba sobre manera. Al pasar Maria Eugenia frente a una de las ventanas uno de los que allí miraba le pregunto a Amancio si esa era la forma en que estaba atando en corto a su mujer como tanto fanfarroneaba.

Se lió buena y entre todos lograron separarlos no sin que antes se hubieran tanteado bien las costillas. Amancio llevaba ya más de diez días amedrentado por las promesas del alcalde y aquella bronca le supo a poco. Maria Eugenia fue el saco donde acabaron el resto de los golpes.

A la mañana siguiente nadie daba crédito a lo que había ocurrido. Fue doña Casilda la que por proximidad primero escucho los gritos en la noche. De esa se vino con el alguacil y el hermano del alcalde dando aviso a los demás. Encontraron a Amancio todavía con con un mango de madera en la mano y a la pobre Eugenia tendida en el suelo sin mover un dedo.

La ambulancia tardo casi una hora en llegar. Aún había Esperanza. Los asistentes poco pudieron decir. Ahora era cosa del Hospital. Poco después llegó la patrulla para llevarse a un Amancio bajo la silenciosa mirada de medio pueblo. Aquella tarde comenzó a llover como no había llovido en años. Los aljibes rebosaban y el pequeño río estaba desbordado por completo.

Con esta tormentosa visión despertó Beatriz de aquel horrible sueño en su primera noche en la Higuera. Se levantó de la cama con un nudo en la garganta y preparó café en la cocina. poco después escucho el canto del gallo. Encendió el televisor para ver comenzar un documental de jardinería. Estaba muy inquieta por aquel sueño. Se dirigió al armario y recogió de nuevo sus cosas.

A la mañana siguiente fue a casa de doña Casilda aque aquella mujer le desvelara lo que en sueños la había parecido tan real. Doña Casilda habló y todo lo contó con pelos y señales. El corazón de Beatriz fue encogiendo poco a poco mientras duró el relato de la vieja. Veinte minutos después se planto de nuevo en su casa con la misma maleta que la había visto sacar del autobús. La dejo allí y volvió a marchar después de preguntar a que hora abrían la taquilla de la estación.




Capitulo 8. Un nuevo comienzo.

Doña Casilda la vio pasar de nuevo hacia casa de de Maria Eugenia. Beatriz con dos billetes para el provincial de las 12:00 en el bolsillo dio un rodeo a la casa para encontrar a su amiga con un cesto gigante de puerros entre los brazos.
Maria Eugenia soltó el cesto de golpe. El rostro era familiar. Aquella mujer la miraba como si hubiera estado toda la vida ahí observándola como en esos cuentos que la contaba de niña su amiga Beatriz.

Entonces cayó en la cuenta de que aquella era Bea. Cada noche se acordaba de ella. Antes de casarse sus momentos de felicidad siempre habían sido compartidos. Beatriz la cogió de la mano y le dijo que si lo doña Casilda le había contado ella se venia de vuelta en ese autobús.

Como quien calla otorga, Beatriz cogió a su amiga tras cinco segundos de silencio
de Maria Eugenia y tiro de ella hasta llegar a la estación. Doña Casilda llegó corriendo detrás de ellas y detrás de Doña Casilda su sobrino Eusebio con la maleta.
El chófer les abrió el compartimento mientras ellas se despedían.

Doña Casilda quedó hecha un mar de lagrimas de la emoción porque aquella mujer había caído como un relámpago del cielo para salvar a aquel alma en pena. Ni Errol Flinn en Objetivo Birmania había llegado a tanto en lo que llevaba de vida.
Amancio llego medio hora después de que el provincial hubiera salido. Ya no quedaba nadie en la estación.

Siguió ahora con la cantinela de que se le había escapado para no tener que trabajar; que se creía que la vida era jauja; que ya la iban a espabilar por ahí. Y junto a él la cuadrilla de chacales cada uno mascullando lo suyo.

Aquella tarde mientras el provincial dibujaba con cada curva las trayectorias de lo rayos de sol Beatriz explicó lo que había ocurrido. María Eugenia pensó al principio que aquella mujer estaba medio loca y que poco menos se la estaban llevando a la fuerza, pero, poco a poco, recordó la sensación de hogar que volvió a ella mientras la miraba fijamente a los ojos en la parte de atrás de su casa con todos aquellos puerros por el suelo. El resto del viaje se lo pasaron como cuando niñas fantaseando con la gran ciudad.

El provincial siguió adelante durante toda la noche hasta alcanzar el puerto.
De allí salieron hasta Cádiz y de Cádiz a Barcelona subiendo en tren por la costa de Levante. María Eugenia creía sentir que le crecían las alas.