domingo, 9 de marzo de 2008

Abrir los ojos.

Mirando a los ojos de mi compañera, perdí el equilibrio deslumbrado por la intensa luz que emanaba de su mirada. Caí al suelo sin remedio; boca abajo como un saco de cemento que muestra su origen y fabricante. Al volverme e intentar recuperarla en mi angulo de visión, mis parpados sufrieron de nuevo una luminosa descarga.
Aquello resultaba familiar. Muchas veces nos imaginamos lo que las cosas son o podrían llegar a ser y después cuando descubrimos su esencia, nos sentimos desorientados como el aprendiz de Platón en su caverna. Ella no es mi princesa. Ni mi puerto y refugio en la voragine de la tormenta. Ella es carne de mi carne; sangre de mi sangre; esencia de mi esencia y mierda de mi mierda. Ahora duerme a mi lado. Inocente y despreocupada no alcanza a comprender la carga de significado que representa. Nadie sabe el tiempo que recorreremos juntos el mismo camino, pero no desfalleceremos en nuestro intento por no alcanzar nunca el final.

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