sábado, 11 de octubre de 2008

JAZZ

Dice Miles Davis que el jazz es una música que agoniza. Y en esa muerte que nunca llega se perpetua filtrándose a través de la piel del resto de las músicas.
Sin llegar a ser un vampiro se nutre de cualquier fuente mediante el mestizaje no solo en beneficio propio sino también enriqueciendo todo aquello que toca porque el jazz es la matriz a partir de lo cual todo es posible.
Sus armonías van de la dulzura y la sensualidad a la cacofonía mas penetrante.
Resulta increíble como una voz acompañada tan solo de un contrabajo puede llegar a expresar de una forma tan íntima y cristalina una emoción, mostrándola en su desnudez más absoluta.
Y el ritmo ya sea mediante una guitarra, una batería, un arpa o el mas exótico de los instrumentos que podamos llegar a imaginar, llega a transformarse en las progresiones musicales mas complejas.

El jazz tiene la virtud de mantener un auditorio en vilo pendiente de una nota.
Tiene la virtud de crear una tensión emocional casi insoportable retrasando esa nota un segundo mas para después descolgarnos y dejarnos caer dulcemente, resolviendo la exposición de un tema con una sola pulsación.

Uno siempre se siente discípulo de la vida cuando se sitúa frente a un músico de jazz.
Se nos escapa el aliento intentando comprender no solo las estructuras musicales sino el genio que es capaz de interpretar la danza de los átomos, la danza aparentemente caótica de los acontecimientos vitales.
Estos titanes lejos de hacernos sentir incómodos en nuestra pequeñez, nos reconfortan nutriéndonos con su energía.
Para un amante del jazz encontrar a un buen interprete es como reencontrarse con el creador de pieza.
En esta religión abierta y librepensadora encontrar al maestro de ceremonias equivale a entrar en comunión directa con el cosmos en su conjunto y por ello los músicos , autores e interpretes del jazz que han demostrado su genialidad se vuelven de alguna forma inmortales y sus piezas, clasicos dentro de una corriente musical que carece como todo lo eterno, de principio y de final

viernes, 3 de octubre de 2008

El músico ambulante

Capitulo 1______La Carretera.

Hacía tiempo que las fiestas de verano de la comarca habían terminado. Era un buen dinero y merecía la pena pasarse la temporada de
pueblo en pueblo. Las verbenas populares llenaban las calles de gente con
ganas de fiesta. Los bares rebosaban. Mas que eso; se desbordaban hasta el punto de que solo se utilizaban para pedir, pagar y marchar de vuelta a la algarabía de los callejones.

De eso hacia ya casi un mes. Para ser exactos cuatro lunas. Se lo había gastado casi todo disfrutando del comer durante el camino y una estancia en un hotelito muy moderno; con una gran bañera en la que se quito el polvo de la carretera en sesiones que le arrugaban la piel y le bajaban la tensión. Allí, iba recordando y olvidando a la vez.

Recordaba los gestos, los olores, el momento en que el cielo se nubló y casi nadie se dio cuenta porque era de noche . Acabó la canción. Recogió sus cosas. Cuando alcanzó el soportal de la iglesia, un relámpago dio la señal y una tromba de agua limpio las calles de aquella borrachera de multitudes en la madrugada....pero las caras se le mezclaban. Las palabras aparecían sin su dueño y sin su tiempo, hasta cerrar sus párpados de cansancio.

Se acordó de Jimmo ahogado en su bañera y volvió a abrir los ojos. Era hora de irse. Aviso en recepción y lavó en aquella agua jabonosa la ropa sucia que le quedaba. En la habitación hacia calor. Todo estaría seco por la mañana. Se despanzurró como un gato sobre la cama. Sintió aquellas sabanas limpias y planchadas y, como un gato, dejo que una sonrisa lo acompañara hasta la profundidad de su sueño.

Lo que a continuación va a suceder no es más que ilusión. Un sueño. Aunque para él, es real. Tan real como el aire se respiramos y sin embargo, el músico ambulante despertó. A las 7,30 para ser exactos, pues siempre que dormía dentro dejaba abiertas las ventanas. Después de su último desayuno pagó la cuenta y salió a la calle. Caminó con el sol de frente hasta alcanzar la parada del provincial, donde se tomó un café con leche después de mirar los horarios y comprar su billete .

El olor del Diesel quemado en las paredes de la cochera, los bocadillos envueltos en la asfixia del papel celofán, ecos de voces confusas de megafonía. Jóvenes, niños y viejos con una causa en común: el viaje, el “destino” como dice en el billete.
Busco una esquina. Colgó la pelliza y desenfundó su guitarra.